sábado, 25 de marzo de 2023

SEDIMENTOS EN EL BAJO NALÓN: EL TARU, EL LLAÍN Y LA BARRA.

Nuestro concejo se asienta en la confluencia de las aguas del poderoso Río Nalón y del bravo Mar Cantábrico, ahí donde se mezclan incansablemente agua dulce y salada. Pero no todo es líquido en ese entorno, pues hasta allí son arrastradas también multitud de partículas de arena y carbón o trozos de madera que acaban depositados en nuestras riberas. En el Bajo Nalón se reconocen al menos tres nombres para la sedimentación de estas partículas, que también tienen su reflejo en la toponimia:


El Taru/Taro

Es quizás el menos conocido de los tres que veremos. Es nombrado por los vecinos al igual que se hace en el resto de la costa centro-occidental, y el DALLA lo define como “Montón de sable que forma la mar nes marees”, lo cual nos indica que se trata de un término marítimo. Para los vecinos de San Esteban no tiene una definición física exacta, a diferencia de algunos vecinos de La Arena, quienes denominan así a la barra de arena de la entrada del puerto.


El Llaín

En San Esteban la referencia al llaín no se realiza como nombre común, sino como nombre propio, haciéndolo suyo al situarlo sobre el terreno. En el plano de la ría del Nalón levantado en 1859 por la Comisión Hidrográfica y publicado en 1878 ya aparece un banco de arena denominado “Llaín de Abajo”.


No es habitual encontrar en Asturias lugares denominados de esta forma, si bien existen algunos como por ejemplo el Arroyo Llaín en el concejo de Illas o el Collao Llaín en Cangas de Onís. Dentro de nuestro concejo también se conoce por El Llaín (o El Cucuruxo) a la isla cercana al puente de La Portilla, lo cual nos indica que es un topónimo muy utilizado en relación con los sedimentos de la zona.

En asturiano llaín es forma alternante del adjetivo lladín, paralelo del español ladino, del latín LATINUM, “latino”. El DRAE define el término como “astuto, taimado” y el DALLA define lladín como “una persona mala, que busca perxudicar, qu’escuende les intenciones verdaderes”. A partir de esa idea subyacente de falsedad, de falta de verdad, que posee el adjetivo puede entenderse que un banco de fango y arena se califique como llaín por su falta de seguridad, por su peligro, pues es una zona en que te hundes sin remedio.

Gracias a documentación histórica podemos apreciar que el topónimo El Llaín ha ido cambiando de localización debido, primero, a las corrientes del río y de la mar, en segundo lugar, a las diferentes obras que se realizaron en el puerto de San Esteban a principios del siglo XX y, finalmente, al abandono de los dragados interiores de la dársena en la época postindustrial. Por ejemplo, a mediados del siglo XIX el Llaín de Abajo estaba situado del otro lado del río, en la zona de La Arena. Sin embargo, en 1902 ya aparece un llaín del lado de San Esteban, tal y como se aprecia en la siguiente imagen.  


Con la posterior construcción del muro divisorio de la dársena, las corrientes generarán en su interior el actual llaín, el que ahora se nombra en San Esteban. Mientras que el Puerto estuvo en funcionamiento y los dragados eran habituales, dicho llaín no era tan visible. Tras el desmantelamiento de la Junta de Obras y el abandono del puerto, El Llaín comenzó a aflorar.


La Barra 


El tercer nombre utilizado para denominar los sedimentos es La Barra. Comúnmente denominamos “Punta de la Barra” al Dique del Oeste que protege al río en su desembocadura al mar, por el que podemos realizar uno de los paseos más llanos y hermosos del concejo. Sin embargo, en términos marítimos la temible “Barra” de San Esteban se refiere a los depósitos de arena que se acumulan al oeste de la Playa de los Quebrantos, en la confluencia del río y del mar. El escaso calado en esa zona ha provocado multitud de accidentes de embarcaciones.

El DRAE define barra, quizá del latín vulgar *BARRAM, como “banco o bajo de arena que se forma a la entrada de algunas rías, en la embocadura de algunos ríos y en la estrechura de ciertos mares o lagos, y que hace peligrosa su navegación”.


Ya Jovellanos en su paso por nuestro concejo el 27 de julio de 1792 se refería tanto a esos depósitos de arena como a diversas rocas que fueron voladas en la construcción del puerto:

Si se limpiase esta barra, cuyos estorbos son unas peñas que estrechan y casi cierran la entrada, y un banco de arena más al Oriente de ellas, pudiera hacerse aquí uno de los mejores puertos de Asturias, y acaso de toda la costa cantábrica. Frente está el lugar de la Arena de Pravia, casi sobre el banco dicho, porque allí es donde se depositan las arenas que dan al Nalón los muchos ríos y las altas cadenas de montes primitivos que vierten a él.”

En esa reflexión no contaba Jovellanos con los miles de toneladas de carbón que irían bajando por el río, hasta convertir el Bajo Nalón en el sumidero de Asturias. En los últimos años la calidad de las aguas ha mejorado, pero existe una deuda histórica con la restauración medioambiental de la desembocadura del Nalón.

 Javier García Alonso - Juan José García González


Bibliografía:

Comisión Hidrográfica, Plano de la ría del Nalón, Madrid, 1878.

DALLA: Academia de la Llingua Asturiana. (2023).Consultao n’

DRAEDiccionario de la lengua española, Real Academia Española, actualización de 2022. (https://dle.rae.es/diccionario)

García Arias, Xosé Lluis, Diccionario General de la lengua asturiana, Editorial Prensa Asturiana. Consultado el 3/2/2023.

Melchor de Jovellanos, Gaspar, Diarios (Memorias íntimas 1790-1801), Real Instituto de Jovellanos de Gijón, Madrid, 1915.

Sánchez, Amador, Plano de la ría y barra de San Esteban de Pravia, 1900.


sábado, 11 de marzo de 2023

LOS RETRATOS DE RAFAEL ALTAMIRA PINTADOS POR SOROLLA

Los nombres del jurista Rafael Altamira y del pintor Joaquín Sorolla son, indudablemente, los de dos de las personalidades más relevantes vinculadas con la historia de nuestro municipio. El primero de ellos da nombre a la plaza de San Esteban en torno al chalet que fue de su propiedad y en el que tantas estancias disfrutó durante los años en que residió en Asturias, entre 1897 y 1908, como catedrático de la Universidad de Oviedo.

Desde diciembre del año pasado hasta agosto de este año, cuelga en las paredes del Museo del Prado el primero de los dos retratos que el valenciano realizó de Altamira. Es una de las obras estrella de una exposición titulada “Retratos de Joaquín Sorolla (1863-1923) en el Museo del Prado”, con la que el Museo homenajea al pintor en el año del centenario de su fallecimiento.


Se trata de un retrato que el Museo compró en 1999 a los descendientes de Altamira y que se expone ahora por primera vez. Rafael Altamira y Crevea (Alicante 1866-1951) y Joaquín Sorolla y Bastida (Valencia 1863-1923) se conocieron en los años 80 del siglo XIX en Valencia cuando aquel estudiaba allí Derecho y Sorolla cosechaba los primeros éxitos obteniendo medallas en diversas exposiciones. Fruto de su amistad fue la realización de este cuadro, no muy grande, de 55 x 41 cms., al óleo, en el que solamente la cabeza está acabada, quedando la camisa y la lazada apenas esbozadas y buena parte del soporte sin pintar, lo que le confiere el carácter de una obra inacabada, aunque no debe serlo pues aparece titulada “Rafael Altamira” y firmada y fechada por Sorolla en 1886. Según Javier Barón, Jefe del Departamento de Pintura del Siglo XIX del Museo del Prado y comisario de la exposición, la obra “tiene una sobriedad de color muy habitual en los retratos de la primera época del artista” y “carece de la vibración luminosa que puede verse en los posteriores a 1900; sin embargo, acierta a captar con inmediata veracidad el carácter de Altamira, tratado con cierta idea de cabeza antigua y noble, aunque el detalle de las puntas levantadas del bigote, que luego sustituiría por una barba larga, revela una juvenil preocupación por su aspecto”.

La amistad entre Altamira y Sorolla se fortaleció en Madrid y, muy particularmente, en San Esteban y Muros en los años en que el pintor valenciano disfrutó de estancias veraniegas a orillas del Nalón, en el año de 1902 por primera vez y, muy probablemente en los siguientes, de los que se conservan obras fechadas con motivos asturianos, como el famosísimo “Mar y rocas de San Esteban”, de 1903, colgado en el Museo Sorolla de Madrid. 


También según Barón, “en la tranquilidad de aquel primer estío ambos compartieron numerosas horas de trabajo y observación del paisaje, al que dedicó algunos artículos Altamira. Índice de la relevancia de aquellas conversaciones es una carta dirigida por Sorolla a Altamira poco después de su vuelta a Valencia, en la que realizaba interesantes consideraciones estéticas respecto a la legitimidad de representar sin aditamento expresivo alguno el natural y acerca de la valoración autónoma de los apuntes y bosquejos pictóricos. Para Sorolla se debería despojar a la pintura de tanto inútil que hacemos, dejando sólo lo que deber ser: un estado de ánimo que no tiene más filosofía que la impresión que el natural ejerce fuertemente en su momento.

En 1912, Sorolla invitó a cenar en su casa de Madrid a Archer M. Huntington, estadounidense fundador de la Hispanic Society de Nueva York. Otro de los invitados fue Altamira y es posible que en ese encuentro esté el origen del segundo de los retratos que Sorolla le hizo a Altamira y que forma parte de los fondos de la extraordinaria colección neoyorquina de arte español. En este de 1913 aparece Altamira revestido con el traje académico de doctor en Derecho, con la gran cruz de la Orden Civil de Alfonso XII y, aunque de solo 47 años, con un aspecto mucho más circunspecto y grave, propio ya del eminente jurista, historiador y polígrafo en que se había convertido en los 25 años que habían transcurrido desde el primero.



Juan José García González - Javier García Alonso


Bibliografía:


Barón Thaidigsmann, Javier, El retrato español en el Prado. De Goya a Sorolla, Madrid, Museo Nacional del Prado, 2007, p. 180, nº 63.

https://www.museodelprado.es/actualidad/exposicion/retratos-de-joaquin-sorolla-1863-1923-en-el-museo/




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