Durante siglos existió la costumbre en nuestra sociedad de inhumar a los muertos dentro de las iglesias, tal y como está documentado que sucedió en nuestra iglesia de Santa María de Muros. Las medidas higienistas en torno a los cementerios surgieron en Europa en el siglo XVII, pero en España, debido al peso de nuestras costumbres, tardaron en construirse nuevas necrópolis en el exterior de nuestras poblaciones.
No es casualidad que la construcción del cementerio de Muros coincida en época con la de otros cementerios de gran relevancia a nivel nacional como La Almudena en Madrid (1884), El Salvador en Oviedo (1885) o La Carriona en Avilés (1890). Ello es debido a que a finales del siglo XIX comenzó a aprobarse la normativa que promovía su construcción en búsqueda de la salubridad del pueblo, permitiendo la expropiación “por causa justificada de utilidad pública” y atribuyendo en exclusiva las competencias de los cementerios a los Ayuntamientos. Con estos mimbres legislativos, en el año 1878 la Corporación murense inicia los trámites para construir el actual camposanto municipal en una zona de prados, distando en aquel momento unos setenta metros de la casa más cercana. Es importante resaltar el cambio que se produce con la construcción de un cementerio municipal, cuanto más si hasta ese momento las inhumaciones se estaban realizando en un ámbito parroquial que englobaba a Muros, San Esteban y Somao.
Tal y como Armando Grande documentó ampliamente, el cementerio se inauguró el 30 de septiembre de 1883 después de cinco años de negociación con los propietarios de los terrenos y su posterior construcción. El resultado final fue un cementerio de unos 1.800 m² de superficie que finalizaba a la altura de la capilla del Marqués de Muros, situada en el centro del cementerio actual.
Imagen editada digitalmente para intentar recrear el cementerio original.
Según la normativa de la época, su perímetro debía estar cerrado mediante un muro de al menos dos metros, altura que en el caso de nuestro camposanto se sobrepasa ampliamente en la mayor parte del recorrido. Para ganar significación, en su entrada se abrieron cuatro huecos de reja de hierro, realizando en el centro su acceso a través de un portón metálico bajo arco de medio punto de piedra labrada.
La distribución interior de las sepulturas se realizó en cuatro grandes cuadros formando los pasillos interiores una cruz griega. Quizás motivado por la Real Orden de 18 de julio de 1887 que prohibía el enterramiento de cadáveres fuera de los cementerios comunes, esta necrópolis original pronto debió de quedarse pequeña, por lo que se tramitó una primera ampliación hacia el Oeste que fue inaugurada en 1912, pasando a tener una superficie del doble del original. En el momento de la ampliación ya estaban edificados algunos panteones alineados con la capilla del Marqués, lo que motivo el único y característico quiebro que nos encontramos en el cementerio, el cual rompe la armonía y homogeneidad de su trazado.En diversos documentos históricos se cita el cementerio civil, el cual estaba entrando a la izquierda en el lugar donde hoy existen unos nichos, anexos al almacén municipal. Era un rectángulo de aproximadamente 16 metros por 3 de ancho y se edificó en el año 1942 un muro de cierre de dos metros de altura, tal y como se aprecia en la siguiente fotografía.
En los pasillos centrales del cementerio se plantaron cipreses por encargo del Marqués de Muros, influido sin duda por las recomendaciones de la Real Academia de Medicina donde se indicaba, en palabras de la época, que: “han de tener plantaciones de árboles de hoja perenne, cuya función clorofitiania sea activa y no profundas sus raíces: el ciprés, el chopo, el álamo, el abedul y vegetales aromáticos. Deben preferirse árboles de copa recta y elevada para que no den sombra ni favorezcan la humedad; por tanto proscribiéndose el legendario sauce llorón”. Es posible que el Marqués de Muros también buscara una función higiénica, o al menos aromática, cuando mandó plantar los 52 eucaliptos del paseo exterior del cementerio.
La evolución en las costumbres y gustos de la época provocaron la construcción en 1968 de los primeros nichos en el cementerio, precisamente en el recinto que había quedado en desuso en el cementerio civil. En muy poco tiempo se construyeron los tres lotes en que subdividió la primera fase, teniendo que continuar la construcción al Sur del muro original en tres fases distintas y al Norte en otras dos fases más, tal y como apreciamos en las siguientes imágenes aéreas.
Dentro de los círculos rojos se muestra en detalle las nuevas ampliaciones. Las fechas se corresponden con la imagen, por lo que las obras de ampliación siempre son anteriores.
Los cipreses que mencionábamos anteriormente fueron talados en la segunda mitad del siglo XX, pero no todos en 1951, como suele mencionarse en algunas fuentes escritas. En las mismas fotografías en las que hacíamos notar el desarrollo de la construcción de los nichos puede seguirse también el proceso de desaparición de los cipreses: son todavía bastante abundantes en 1970, bastantes menos en 1977 y ya no se observa ninguno en la foto de 1981. Parecería, pues, que su tala total se produjo en ese lapso de tiempo.
Debido al aumento de las cremaciones y a la disminución de la población, en las últimas dos décadas el camposanto no se ha ampliado, si bien es cierto que el Plan General de Ordenación prevé una posible ampliación en los nichos del Norte. Finalizamos indicando que todo el cementerio está catalogado y protegido como conjunto, con un grado de protección integral, teniendo catalogación individual las tres capillas de la entrada (capilla del Marqués, capilla de Rosendo García y capilla de la Familia Villazón).
Javier García Alonso - Juan José García González
Bibliografía:
Alonso Alonso, B.,
“Nuestro camposanto (I)”, La Ilustración Asturiana, segunda época,
nº 13, pág. 5.
Catálogo Urbanístico.
Web del Ayuntamiento de Muros de Nalón (consultado el día 08/10/2023).
Gaceta de Madrid, 9 noviembre 1898,
Número 313.
Grande Roca, A.,
“Nuestro cementerio”, La Ilustración Asturiana, segunda época, nº
7, pág. 2.
Grande Roca,
Armando. Concejo de Muros. Su historia. Periodo de 1936 a 1975.
Armando Grande Roca, 2009.
González-Fierro,
Félix, Muros de Nalón, Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos,
1953.