sábado, 14 de junio de 2025

LAS FIESTAS DE SAN ANTONIO

Nunca es tarde para tributar un aplauso a los jóvenes de la Comisión de festejos, que luchando con muchas dificultades han cumplido al pie de la letra lo ofrecido en un programa que muchos creían irrealizable”.

La frase anterior no es nuestra, sino que aparece recogida en la revista “El Nalón” de septiembre de 1899, tras los festejos de Nuestra Señora, pero estamos seguros de que, después de 125 años, podríamos utilizarla en el día de hoy para agradecer a nuestros jóvenes la organización desinteresada de las fiestas de San Antonio.


Mucho han cambiado la sociedad y las tecnologías desde aquella época, y las fiestas, como elemento consustancial de la sociedad, no podrían escapar a esos cambios. En el año 1898 toda la celebración se realizaba en un solo día, concretamente en el domingo siguiente al 13 de junio. Comenzaba con la ceremonia religiosa a primera hora para a continuación, iniciar la fiesta profana. El elemento que las dividía era la puya´l ramu. El de aquel año estaba compuesto principalmente por llacones, escanda y maíz, alcanzando el montante de la subasta los 34 duros de la época, cantidad que hoy en día equivaldría aproximadamente a unos 3.000 euros.

Muchos de los elementos que conformaban el ramo eran donados por los vecinos del pueblo. A lo largo del siglo XX su contenido fue variando al incluir no solo lo que se producía en la casería, sino aquellos elementos que comenzaban a aparecer en las tiendas y comercios, como, por ejemplo, botellas de licor o galletas. Muchas de estas donaciones (y sobre todo los ansiados llacones) eran ofrendas al santo para que cuidara o mejorara a los animales de la casa. No deja de ser curioso que, a nuestro San Antonio, que es el de Padua, con celebración el 13 de junio, se le hicieran ofrendas en una trasposición de santos como si se tratara de San Antonio el Eremita, San Antón, el encargado de bendecir a los animales el 17 de enero.

La subasta del ramo se hizo a lo largo del tiempo de diferentes formas. Si bien hubo épocas en que se subastaba un solo ramo que aglutinaba todo lo donado por los vecinos, a lo largo del siglo XX hubo ocasiones en que se subastaron los artículos de forma independiente. Diversos vecinos, ciertamente elocuentes y expertos en la práctica del encante, fueron los encargados de subastar magistralmente el ramo. Quizás la Asociación Cultural y de Festejos de Muros de Nalón se anime a recuperar esta tradición en el futuro.

Una vez subastado el ramo comenzaba la fiesta tradicional, la cual era eminentemente diurna. En 1899 la fiesta estaba ambientada por música de gaita a cargo del “Ciego de la Cueta”, tocando para bailar “el asentao” y “la gallegada”. Pero no solo había baile, durante la tarde también se entonaban canciones como el “Señor San Pedro”, “La Magdalena” o “La Praviana”.


La creación de bandas de música en diversos concejos asturianos a principios del siglo XX permitió amenizar la procesión de San Antonio y el posterior vermú musical. Fueron asiduas las bandas de música de Pravia, Candás o Mieres, las cuales cedían el testigo a media tarde a la orquesta encargada de realizar el baile. La orquesta se situaba sobre el kiosco municipal que se montaba en la farola del centro de la plaza, todo ello bajo las guirnaldas de banderas y luces de colores típicas de las fiestas asturianas. Por allí pasaron a mediados del siglo XX orquestas como La Estrada, Yolanda, Neptuno, Gran Casino de Luarca, Bahía o Mozart.


Las fiestas de San Antonio fueron testigo de la evolución de las orquestas durante todo el siglo XX, desde aquellas orquestas instrumentales amateur que llegaban desde concejos limítrofes, hasta las grandes orquestas profesionales que en la actualidad acuden desde cualquier lugar de nuestra geografía. Para entender el gran nivel de las orquestas de San Antonio debemos reparar en que hasta los años ochenta el gran festejo murense era Nuestra Señora. La apuesta por las fiestas de San Antonio en detrimento de las del 15 de agosto permitió concentrar los recursos económicos elevando el nivel de las fiestas. De esta forma asistimos desde los años noventa del siglo pasado a la época dorada de San Antonio, lo que ha permitido ver actuar en La Plaza a las mejores orquestas del panorama musical.

Pero las fiestas no solo son para los mayores de edad, hay un papel reservado también para los niños y jóvenes. Hoy en día nuestros niños disfrutan en hinchables, coches de choque, etc., pero en el pasado sus padres y abuelos también tuvieron la posibilidad de jugar en el tiro y los caballitos de Rafael, la tómbola España o el Ratoncito Galicia. Mientras tanto, en un lugar bien vistoso de la verbena estaba situada la avellanera con su gran cesta, donde comprar la bolsa de avellanas que atestiguara la asistencia a la fiesta.

En los festejos celebrados en 1898 tenía un papel relevante el fuego. Por un lado, se realizaba una gran foguera a base de toxos, la cual suponemos que era encendida al anochecer. Sin duda esta novedosa referencia debe hacernos pensar en el ritual del fuego dentro de las celebraciones populares, quizás anclado en una costumbre de tiempos pretéritos. A lo largo del siglo XX la foguera ya había desaparecido de la fiesta, pero curiosamente en las conversaciones con nuestros informantes ha aparecido la referencia a las verbenas de mediados del siglo XX como “ir a la foguera”, en lo que podría ser una reminiscencia de la histórica celebración del fuego. Desconocemos si este apego por el fuego era propio de todas las fiestas veraniegas de la época, o si por el contrario estaba relacionado con la cercanía de San Antonio con el solsticio de verano del que distan tan solo 10 días y sin apenas variación en la eclíptica del sol.

También el fuego era el encargado de elevar en 1898 al cielo murense pequeños globos aerostáticos construidos por vecinos utilizando papel, cuerda y una vela. En ocasiones se incluía pólvora en el interior de algún globo para que explotara una vez había cogido altura, siendo éste un claro precursor de los actuales “voladores” tan presentes en las celebraciones asturianas del siglo XX. El final de la fiesta era el momento en el que colectivamente se armaba la danza tradicional, costumbre que ya había desaparecido a mediados del siglo XX.

No podemos acabar la entrada de hoy sin recordar el gran concurso exposición de ganado que hubo en el Campo del Palacio hasta los años noventa pasados en que decayó con la transformación del mundo rural y su paulatino abandono. 


Esta entrada no hubiera podido realizarse sin las conversaciones mantenidas con diversos vecinos del concejo, los cuales nos aportan información que no existe más que en su memoria.

 

Javier García Alonso – Juan José García González

 

BIBLIOGRAFÍA:

 

Ejemplares de El Nalón, nº 37 (1 de julio de 1898), pág. 8, y nº 64 (1 de septiembre de 1899), pág. 7.








4 comentarios:

  1. Un artículo muy interesante.

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  2. Agustín Emilio Cuesta Menéndez22 de noviembre de 2025 a las 20:28

    Muy interesante el artículo. Llegué a disfrutar las fiestas a mediados de agosto e ir al cine Copacabana.

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