sábado, 26 de abril de 2025

EL FORNO

En la ladera Sur de Era, justo donde el río Nalón hace el primero de sus característicos meandros, se encuentra El Forno, muelle de carga y fondeadero en tiempos antiguos.

Hasta los años noventa del pasado siglo existieron en El Forno decenas de embarcaderos de madera donde nuestros vecinos tenían amarrados su chalanos preparados para salir a la angula o al carbón. El abandono de estas pesquerías en las últimas décadas ha dejado en el olvido una de las zonas más bellas de nuestro concejo, frecuentada ahora tan solo por embarcaciones que suben río arriba.


Imagen de principios del siglo XX desde La Viña donde se aprecia al fondo el primer puente de La Portilla.

Una de las acepciones de fornu en el Diccionariu de la LlinguaAsturiana (de aquí en adelante DALLA) es la de “Sitiu [onde fai muncha calor]”, que bien se le podría haber dado a este lugar por estar bien orientado al Sur y abrigado de los vientos marítimos (“Nordeste” y de Noroeste) que tanto castigan nuestro concejo.

En una antigua entrada (pulsa para leer LA PORTILLA) ya indicábamos la existencia a finales del siglo XIX de concesiones mineras en la laderade Era, por lo que no sería descartable que, pese a no haberse localizado hasta ahora vestigios mineros, hubieran existido anteriormente pequeñas explotaciones. En esa línea se manifiesta la Carta Arqueológica de Muros de Nalón, la cual vincula las explotaciones mineras a El Forno, puesto que otra de las acepciones del DALLA es “Construcción [zarrada onde se produz muncha calor pa calentar comida, pa cocer pan, cerámica, pa fundir minerales]”.

Sin descartar la obtención de mineral en El Forno, nos gustaría proponer una variante que en base a la documentación histórica de esa zona creemos que es más verosimil. Desde hace siglos se utiliza la sal como elemento para asegurar la conservación de los alimentos debido a la inexistencia de neveras y hielo. De esta forma lo obtenido en las abundantes pesquerías en nuestro concejo no era consumido en fresco, sino que se procesaba en sal para consumirlo o dedicarlo al comercio, ya fuera en salmuera, en escabeche, etc.

Sabemos que en San Esteban existieron alfolíes de cabotaje durante siglos. En esta época la sal era importada en barco desde otros lugares de producción (Levante, Portugal, Francia, etc.) para después ser repartida por las parroquias limítrofes. Pero según indican los historiadores Ruiz de la Peña y González García, previamente a la importación hubo también producción en algunas zonas de Asturias, entre las cuales podría estar el Bajo Nalón. Bances Valdés recogió en sus “Noticias históricas del concejo de Pravia” la existencia de diversos hornos en los que se producía sal, localizando Fortunato Selgas cinco ubicaciones de hornos de sal en la zona baja del Río Nalón.

La toponimia menor de nuestro concejo también nos aporta indicios sobre esta actividad salinera, situando un alfolí a escasos metros río arriba de El Forno tal y como explicábamos en nuestra primera entrada, escrita en el año 2022 (pulsa para leer EL ALFONIL).

Quizás El Forno fuera una de las localizaciones citadas por Selgas, teniendo en cuenta que en dicho lugar había materia prima para ello: agua salada, madera para hacer fuego, canales de agua, etc. 


Hoy en día el terreno se encuentra cubierto de carrizo y juncos al haberse abandonado en la zona prácticamente todas las tareas agrícolas. Sin embargo, sabemos que tanto en Las Lladosas como en El Cerco existen un sinfín de canales de drenaje de las fincas, desconociendo si alguno de estos conductos tuvo también relación con la producción de sal.  Según las técnicas utilizadas en época Altomedieval en otros lugares de Asturias y Cantabria, lo más probable es que la evaporación del agua se consiguiera utilizando tanto la evaporación natural como la forzada por hogueras.

Además de la materia prima necesaria, El Forno tenía buenas comunicaciones en aquella época al estar al pie del Camín Real, existiendo una barca que unía la orilla de Soto y la de Muros.


Detalle de El Forno donde se aprecia en funcionamiento la barquería entre los concejos actuales de Muros de Nalón y Soto del Barco.

Quizás en el futuro aparezcan restos arqueológicos o alguna nueva información que ayuden a confirmar alguna de estas propuestas toponímicas que hoy hacemos para El Forno.

García Alonso, Javier – García González, Juan José

 

BIBLIOGRAFÍA:

Bances y Valdés, Antonio Juan, Noticias históricas del concejo de Pravia, prefacio, edición y notas de Carlos Romero, Apel Gráficas (sin fecha).

Diccionariu de la llingua asturiana. Consultao n’https://www.diccionariu.alladixital.org/

García Quirós, Mª Paz. «Reseña de la carta arqueológica de Muros del Nalón», Excavaciones arqueológicas en Asturias 1991-94, Servicio de Publicaciones del Principado de Asturias, Oviedo, 1995. pp.93-104.

González García, Isabel - Ruiz de la Peña Solar, Juan Ignacio, “La economía salinera en la Asturias medieval”, Asturiensiamedievalia, 1, 1972, pp. 11-89.

Selgas y Albuerne, Fortunato, Revista de Asturias (segunda época), Tomo IV, 1881. 



sábado, 12 de abril de 2025

UN TEXTO DE 1917 SOBRE LA DESEMBOCADURA DEL NALÓN

Querríamos compartir hoy con vosotros un texto no demasiado conocido sobre las tierras del Bajo Nalón y, en particular, las de nuestro concejo, contemplado y descrito con profunda admiración. Surge como evocación de una excursión realizada por estos lares un día de verano del año 1916 y apareció publicado en la revista literaria La Esfera en su edición del 23 de junio de 1917. Su autor es Andrés González-Blanco, de familia luanquina, poeta modernista, novelista y erudito crítico literario, editor, por ejemplo, de las Obras completas de Rubén Darío en 1910; su archivo y biblioteca se encuentran depositados en la Biblioteca Ramón Pérez de Ayala, donde dentro de poco más de una semana se inaugurará una exposición dedicada a su figura y obra, quizá demasiado olvidada. El texto de su pluma que adjuntamos a continuación viene acompañado en la revista de cuatro fotografías cuya autoría corresponde, según se menciona en ella, a Francisco Martín, del que ya hemos hablado en este mismo blog, y que muy probablemente acompañó a Glez.-Blanco en su excursión, pues una de las fotos recoge una escena humana de la que se supone ambos debieron ser testigos al mismo tiempo.

Han pasado ya más de cien años desde que se realizó esta crónica y muchas cosas han cambiado desde entonces, pero quizá algunas de las personales reflexiones expresadas por el autor en aquel momento podrían conservar cierta vigencia hoy día.


“Por la Asturias pintoresca. Orillas del Nalón”

Si en nuestra patria se fomentase el turismo y tuviéramos convertida a España en un jardín recreativo para los ricos de Europa, y estuviese pervadida de líneas ferroviarias y saturada de confort y de lujo en forma tal que no se sintiese el extranjero déplacéu out of place, según su nacionalidad, sino que se sintiese satisfecho y bien à son aise, uno de los rincones preferidos de España sería Asturias, y Muros del (sic) Nalón constituiría una estación veraniega tan solicitada como Interlaken o Saint Moritz.


 “Paisaje de la costa, en Muros del (sic) Nalón” (Vista tomada desde Los Zarrapones, en la que, en el mar, se aprecian La Iñera y la Punta de las Llanas)

Surgiría siempre, como ha surgido en Italia, un futurista encolerizado que protestase contra el hecho de ser convertido nuestro país en una oficina general de turismo; pero la comarca respiraría satisfecha, los negocios prosperarían, la comunicación y trato con gentes forasteras estimularían la cultura y, en suma, al poco tiempo, el país sentiría el benéfico influjo del cosmopolitismo.  Quizá este cosmopolitismo corrompe un poco a los pueblos, los iguala, los nivela, mezcla gentes diversas y usos que se rechazan, y a la larga venga a ser necesaria una nueva vuelta al terruño, un baño de sangre autóctona, una regresión a lo indígena puro; mas durante algún tiempo –dos o tres generaciones al menos- se hace sentir en provecho del país que penetra, este influjo del extranjerismo. ¿De dónde le viene a la misma Asturias este aire moderno y elegante que tiene, esta cultura media, este tono superior de conversación y de conocimientos aun en las gentes medias, sino de los indianos –no los olvidemos, los tan befados indianos- y de esos ingenieros y negociantes extranjeros que, a finales del siglo pasado, acudieron al cebo de los negocios en perspectiva de minas y de fábricas?...

Estamos en lo más pintoresco de la muy pintoresca Asturias. Estamos en las proximidades de Muros del Nalón –evoco reminiscencias de una excursión adorable de este pasado verano de 1916. He aquí que por la pequeña villa donde yo veraneo, han pasado unos clérigos, unos clérigos joviales y sanos, que ni son esos reverendos idiotamente motejados durante largos años en El Motín con monotonía intolerable, ni son esos otros clérigos místicos, aflautados, suprasensibles que algunos se imaginan. Son simplemente hombres normales, virtuosos, serios, laboriosos, honestos… como lo son otros tantos hombres. He aquí, pues, al párroco de Ranón, que tiene bajo su jurisdicción la pequeña estación balnearia de La Arena; este buen muchacho, torpe al andar, fácil de expresión, tresillista, cazador, este Pepe Aznar de mis tiempos de Seminario, que es hoy nuestro reverendo D. José Aznar. He aquí este otro clérigo de sonrisa infantil, D. Emiliano González, hombre de prestigio en el clero asturiano por su cultura y su don de consejo… Con ellos camino en esta jardinera –estas jardineras son típicas de Asturias para la excursiones veraniegas- en esta tarde de sol fuerte, por esta carretera blanca que conduce a Muros del Nalón.


“Hermosa fotografía del curso del Nalón, obtenida desde una de sus riberas” (Esta fotografía está sacada desde la Punta del Cañón, en El Cobayo)

Pasamos el puente de Soto del Barco. Desde él –ahí lo veis en la fotografía-, un maravilloso panorama se divisa. La desembocadura del Nalón en el mar; los pueblecillos escalonados sobre las montañas; Ranón, casi invisible, a la derecha; Soto del Barco, con más prestigio de villa rica, detrás de nosotros; a la izquierda, San Esteban de Pravia, con su puerto importante, que acoge ahora barcos extranjeros, y enfrente de nosotros, Muros, con su caserío apiñado, y hacia lo alto, el barrio de Somao, todo de edificación blanca y moderna, lugar de retiro de los ciudadanos enriquecidos en Cuba y Méjico…

A medida que vamos subiendo la cuesta, tórnase la carretera más sombrosa, honda y laberíntica. Abundan más los panoramas maravillosos a una revuelta, como ese trozo de mar bravío que sacude su oleaje

sobre un bosque de abetos. En un recodo tropezamos con un cuadro típico del país: el mozo paragüero con la madre, anciana, que viene en peregrinación por las aldeas a componer y remendar los paraguas, vastos y combos, de los aldeanos… Las madreñas, el borriquito, el rostro de la anciana madre: todo ello es un pedazo de realidad asturiana.



“Un alto en la marcha” (Foto tomada quizá en La Casilla, a la altura del desvío a San Esteban)

Desde otro rincón de la arbolada carretera, tan fértil en revueltas y escondites umbrosos, divisamos esa supervivencia de vida medioeval que ahí veis, el castillo, que aquí llaman así por antonomasia: el castillo de San Martín, encaramado sobre la colina gentilmente, un castillo de burgrave alemán, con un bosque de abetos y pinos que casi le envuelve y dominando la entrada del río Nalón y su salida al mar… El castillo fue edificado reinando Alfonso I, según unos; bajo Alfonso III, apudalios, y sirvió de baluarte a las incursiones marítimas de los normandos. Se han encontrado en él monedas romanas, de donde puede inducirse su origen. Bajo nuestro amado rey don Juan II –protector de poetas que el conde de Pumaygre exaltó con razón- era dueño de esta fortaleza un Gonzalo Cuervo de Arango; pasó luego a manos de Juan Sánchez de Cancienes. Felipe III hizo merced a D. Diego de Miranda, padre del marqués de Valdecarzana, del título de alcalde perpetuo de esta fortaleza, con obligación de mantenerla a su costa.


“El castillo de San Martín, a orillas del Nalón”

Este castillo que ahora se yergue ahí, patriarcal y eglógico, en manos de un opulento astur, D. Ricardo Trelles, ha presenciado todos los sucesos más salientes de la historia de Asturias: revueltas del Principado bajo Juan I y Enrique III; y si perdió importancia militar, siempre fue honrado y prestigioso. Los dueños de aquel señorío honrábanse con el título arcaico de Castellanos de San Martín… Hoy ve desfilar ante sus almenas, en curso lento y manso, el Nalón, aquí claro, ya purificado de las escorias minerales que arrastra en el valle minero de Langreo, entre las fabriles agitaciones de Mieres y ante la fábrica nacional de Trubia…


Texto de Andrés González-Blanco y fotografías de Francisco Martín


LOS CARGADEROS

A la par que se construía la línea de ferrocarril entre las cuencas mineras y San Esteban, la Sociedad General de Ferrocarriles Vasco Asturi...