sábado, 22 de marzo de 2025

EL PALACIO

En el centro de Muros, a las afueras de La Plaza, está situado el Palacio de Valdecarzana, al que se le dieron diferentes nombres a lo largo de su historia, si bien para todos los murenses siempre será conocido como “El Palacio”. Al menos desde comienzos del siglo XVI, y hasta 1827, momento en el que el Coto de Muros se difuminó dentro del concejo de Pravia, el palacio fue el lugar donde se decidían los intereses de nuestros antepasados. Si a día de hoy es el Ayuntamiento la institución donde realizar cualquier trámite administrativo local, en aquellos años los ciudadanos estaban sometidos a la jurisdicción del señor del Coto de Muros, que vivía en “El Palacio”.


Acuarela de Manolito Palacios donde se aprecia la torre Sur de “El Palacio”, próxima al campo de futbol. 

Algo interesante debió de ver en nuestra zona Rodrigo de la Rúa, un alto funcionario de la Corte de los Reyes Católicos, para invertir parte de su fortuna en la compra del Coto de Muros a comienzos del siglo XVI. Pero no será Rodrigo, sino su hijo Gutierre González de Cienfuegos quien, según Fortunato Selgas (pág. 19), construya la fortaleza de Muros, tal y como se denominaba en aquel momento. La disposición de una muralla exterior de protección, la escasa altura de las torres, así como la inexistencia de saeteras en las torres, hace que la construcción inicial pudiera clasificarse a priori como una “casa-fuerte”. 

La inexistencia a día de hoy de estudios arqueológicos o históricos respecto del interior del palacio no permiten realizar grandes afirmaciones. Por ello no debemos descartar que fuera edificado a partir de otra construcción anterior, como por ejemplo una torre medieval.

El interior del palacio es sin duda el gran desconocido para todos nosotros. El hecho de contar con una elevada muralla en sus 200 metros de perímetro nunca nos ha permitido apreciar con detalle sus edificios, tal y como sucede en otros palacios construidos en campo abierto. Los edificios interiores han sido eclipsados también por la única puerta de su muralla, la cual, debido a su porte y elegancia, se ha convertido en el paradigma de este tipo de portaladas en nuestra región, las cuales no solo tenían carácter defensivo, sino que buscaban el lucimiento y la demostración de la preponderancia de sus moradores, incluyendo para ello los escudos heráldicos como elementos de orgullo de la familia.


Toda la portalada es de piedra labrada y se distinguen en ella dos partes bien diferenciadas. En la primera nos encontramos la propia puerta, que aporta la funcionalidad de entrada y salida, y que está formada a partir de un arco de grandes dovelas de piedra encajadas radialmente en todo su perímetro. En la segunda, situada en la zona superior, existe un falso matacán con dos garitas laterales, las cuales sobresalen sobre el plano que define la puerta, dando la sensación de que el propio matacán está sostenido por las torrecillas, cuando en realidad éstas tan solo tienen una finalidad ornamental, al ser macizas y no disponer de saeteras para un uso defensivo desde el interior. Las torrecillas de esta portalada son una clara evolución de las que existen en otras portaladas de palacios coetáneos en los que si existía una función defensiva.

Puerta del Palacio de Doriga (Salas) donde se aprecia una portalada con los mismos elementos constructivos que la de Muros: puerta, torrecillas a los laterales y friso superior. Obsérvese cómo las torrecillas aún tienen una saetera para la defensa desde el interior.

 Al igual que las torrecillas, el gran matacán de la de Muros no tiene una finalidad defensiva al carecer de huecos, siendo un mero friso con fines decorativos. La parte superior está acabada por diferentes dados rematados con esferas. La portada contiene tres escudos, entre los que destaca en el centro el deslumbrante blasón de los Cienfuegos, en el que se han labrado decenas de fuegos en clara alusión al apellido, dándole mayor relevancia al dotarlo de mayores dimensiones, coronándolo con la Cruz de los Ángeles e incluso haciendo modificar la moldura del matacán.


La autoría de la portalada suele atribuirse a Juan de Cerecedo El Viejo, apuntada por Fermín Canella en un primer momento y corroborada posteriormente por diversos especialistas en la materia. La vinculación de Cerecedo podría haberse originado mientras este estaba construyendo, también a mediados del siglo XVI, la iglesia de Cudillero. Sin embargo, sabemos que la familia Cerecedo estaba muy vinculada a la burguesía ovetense del momento y que ejecutó diversas obras para la familia De la Rúa. No obstante, fuera quien fuera el autor, no cabe duda de que con tan solo piedra caliza realizó una gran obra artística, convirtiendo la inicial concepción defensiva en una puerta decorativa y ostentosa que reflejaría la diferente clase social de su dueño frente a los vasallos del lugar.

A la espera de la realización de estudios en el interior del palacio, sí podemos asegurar que el complejo está formado por cuerpos independientes que se apoyan unos en otros, lo cual indicaría una construcción paulatina en diferentes épocas y según las diferentes necesidades del momento. Sería de esperar que los edificios más antiguos fueran los situados en el centro del recinto. Con el paso de los años el complejo se irá ampliando con nuevos edificios y diferentes funcionalidades, dejando de ser una casa-fuerte para convertirse en una casa-palacio. En esa nueva época, y según Gonzalo Anes el palacio estaría compuesto por “dos torres: una grande de dos altos y otra chica de uno. Tenía esta casa palacio un salón, una galería, un corredor, otra sala llamada “el tinelo”, once cuartos, dos cocinas, una casa de horno, tres bodegas, tres caballerizas, o cuadras, y un salón, que servía para recoger hierba seca”. 


Parte de estos modernos edificios fueron apoyados en la propia muralla, perdiendo capacidad defensiva en una época en la que la seguridad de los moradores estaba menos en riesgo, pero ganando comodidad y ostentación del señor frente a sus vasallos. Todo lo anterior se aprecia muy bien en el trozo de muralla que linda por el Norte con el Campo del Palacio, en la cual se llegaron a abrir ventanas.


Cuando la familia Cienfuegos se vinculó por vía de matrimonio a la familia Miranda, ésta también quiso dejar su impronta en el palacio colocando su escudo en un lugar prominente a la entrada del mismo.

 


Escudo de la familia Fernández Miranda

Con la evolución física de los edificios se produjo también un cambio en el funcionamiento interno de la casa, momento en el que creemos que se acabó de consolidar la denominación de “El Palacio”. 

Javier García Alonso – Juan José García González

 

Bibliografía:

Anes y Alvarez de Castrillón, Gonzalo,  Los señoríos asturianos, Silverio Cañada, Gijón, 1989.

Avello Alvarez, José Luis, Las torres señoriales de la Baja Edad Media Asturiana, Universidad de León, León, 1991.

Bellmunt y Traver, Octavio y Canella y Secades, Fermín (dirs.), Asturias, Tomo III, Gijón (Fototip. y Tip. de O. Bellmunt); ed. facs. de 1980-87, Gijón (Silverio Cañada).

García Cuetos, Mª Pilar, Arquitectura en Asturias 1500-1580. La dinastía de los Cerecedo, RIDEA, Oviedo, 1996.

González-Fierro, Félix, Muros de Nalón, Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos, 1953.

Selgas y Albuerne, Fortunato, Revista de Asturias (segunda época), Tomo IV, 1881.




2 comentarios:

  1. Creo recordar que Félix G. Fierro reproduce en su libro el "Apeo de bienes de D. Diego Fernández de Miranda" (s.XVII), en el cual se refiere siempre, en plural, a su residencia en Muros: "Mis palacios", lo que viene a corroborar lo que exponéis en este artículo.

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